Panamá y la trampa de Tucídides

El Sudeste de Asia es uno de los escenarios más relevantes en materia de conflictos geopolíticos. En dicha región se están desarrollando disputas territoriales y marítimas por el control de una de las principales rutas del comercio marítimo mundial. La República Popular China es el principal actor geopolítico de esta región y su resurgimiento como potencia económica y militar llama a una amplia reflexión. El reciente acercamiento entre Panamá y la República Popular China es, sin duda alguna, motivo de celebración, pero también constituye una oportunidad para redefinir nuestros intereses estratégicos, consolidar nuestras alianzas, recalibrar nuestras relaciones con potencias hegemónicas, identificar los peligros que emanan de la sumisión y recordar las lecciones de la historia.

El resurgimiento de China presupone un reordenamiento mundial y la historia nos advierte de los peligros que esto conlleva. En su relato de la guerra del Peloponeso (siglo V a.c.), el historiador griego Tucídides, exponente del realismo político, explicó que “fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”.  Por lo anterior surge la denominada “trampa de Tucídides” que argumenta que el ascenso de una nueva potencia amenaza el status quo del orden mundial y genera una tensión estructural con la potencia hegemónica actual, entrando un rumbo de colisión inevitable hacia la guerra. De acuerdo con la trampa de Tucídides, existe, un riesgo latente de conflicto entre la potencia hegemónica actual, los Estados Unidos de América (EE.UU.), y la emergente, China. Según Graham Allison (Harvard University), la trampa de Tucídides no es infalible, pero sí probable, pues, en los últimos 500 años, de los 16 casos en que un poder emergente ha buscado desplazar a un poder hegemónico, 12 terminaron en guerras.

La tensión EE.UU.-China, por el momento, se ha limitado al plano económico con una “guerra comercial” y la lucha por el control de las rutas marítimas mundiales. Fue Sir Walter Raleigh quien dijo: aquel que controla el mar, controla el comercio; aquel que controla el comercio, controla la riqueza del mundo; y, en consecuencia, el mundo entero. El escenario elegido por China para desafiar la Pax Americana es el Mar del Sur de China, por donde circula un tercio de la carga marítima mundial (alrededor de tres trillones de dólares). Las reclamaciones de China sobre elevaciones de bajamar y rocas, y la construcción de islas artificiales y bases militares afecta la zona económica exclusiva y los derechos de aliados tradicionales de EE.UU., como Filipinas, Malasia, Tailandia y Singapur, en abierta contravención con el derecho internacional.

Al no haber participado del establecimiento del orden mundial actual, China busca replantearlo. En la conciencia china todavía está presente el denominado siglo de la humillación que incluyó las guerras del opio, la ocupación japonesa, la segunda guerra mundial y la guerra civil. El Mar del Sur de China y el estrecho de Malaca representan para la China el acceso al Océano Índico, así como el control del Caribe y el Canal de Panamá representaron para los EE.UU. el acceso a Asia Pacífico. Si tomamos en cuenta la inestabilidad político-militar y los múltiples conflictos y amenazas (terrorismo y piratería) que presentan las principales rutas marítimas comerciales del mundo (cabo de Buena Esperanza, Bab-el-Mamdeb, Canal de Suez, estrecho de Ormuz, golfo Pérsico, Océano Índico, estrecho de Malaca y el Mar del Sur de China), el Canal de Panamá se proyecta bajo una estela de seguridad y estabilidad. Lo anterior viene acompañado de la responsabilidad de mantener dicha proyección.

El establecimiento de relaciones diplomáticas con China fue un paso trascendental para potenciar nuestra posición estratégica. Ahora, es necesario un acto de balance y cautela que garantice relaciones fructíferas con China, sin olvidarnos de nuestro aliado estratégico principal, EE.UU. La sumisión total a cualquier potencia debe evitarse. Es por ello que la publicidad de todo acuerdo firmado con China y su amplia discusión y aprobación por la Asamblea Nacional es fundamental, tanto para la opinión pública como para su plena validez jurídica en el ámbito interno. Igualmente, Panamá debe solicitar la adhesión de China al protocolo del Tratado de neutralidad permanente del Canal. Por nuestra posición geográfica estamos destinados a retomar un rol protagónico a nivel internacional. El escenario geopolítico actual llama al pensamiento estratégico y al desarrollo de una hoja de ruta coherente que defienda nuestros intereses nacionales.

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