La reciente ofensiva militar turca en el noreste de Siria presupone un nuevo equilibrio de poderes en Oriente Próximo y un cambio en los actores hegemónicos involucrados en el conflicto contra Daesh. Lo anterior, obliga a los Estados miembros de la Coalición contra Daesh a tomar decisiones estratégicas. En el caso particular de Panamá, como único país latinoamericano miembro de la Coalición, es importante redefinir nuestra posición en relación a los conflictos armados internos de Siria e Irak, y analizar la conveniencia de mantener nuestra membresía en dicha coalición.
Lo anterior se sustenta en que la ofensiva turca, ordenada por el Presidente Erdogan, está dirigida en contra de las milicias kurdas localizadas en la región fronteriza con Siria. Estas milicias, entre las cuales se encuentra las “Unidades de Protección Popular” – Y.P.G. –, eran consideradas, hasta hace poco, el principal aliado en el terreno de los Estados Unidos de América y de la Coalición contra Daesh en Siria. Uno de los principales factores que se consideraron al momento de seleccionar a este grupo como aliado es que no eran parte activa del conflicto sectario suní-chía. Igualmente, los kurdos sirios eran uno de los pocos grupos que combatían con éxito a los efectivos de Daesh, prueba de ello es que mantenían bajo su custodia a alrededor de 11,000 combatientes de Daesh. Con la retirada gradual de las tropas de EE.UU. de Siria y ante la inminente ofensiva turca, las milicias que custodiaban a estos combatientes de Daesh tuvieron que movilizarse al frente de batalla, lo cual facilitó el escape de los combatientes terroristas.
Turquía, también miembro de la Coalición contra Daesh, ha lidiado por varias décadas con una insurgencia kurda liderada por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán – P.K.K. Esta organización es considerada como un grupo terrorista por EE.UU. y Turquía. A su vez, Turquía ve a las milicias Y.P.G. como una extensión de P.K.K. y justifica su ofensiva como un ejercicio de legítima defensa contra un actor no estatal (P.K.K. y por ende Y.P.G.). Lo anterior evidencia la complejidad de la cuestión kurda en el Oriente Próximo y la cantidad de alianzas y proxis que existen en los conflictos de Irak y Sira.
La cuestión kurda tiene sus orígenes en el período post-Primera Guerra Mundial. En 1916, ante la inminente desintegración del Imperio Otomano, el Reino Unido y Francia firmaron, en secreto, el acuerdo Sykes-Picot. En este acuerdo se establecieron las esferas de influencia y control de ambas potencias en zonas de Oriente Próximo, antes controladas por los otomanos. A Francia le correspondió lo que hoy se conoce como Líbano y Siria, mientras que al Reino Unido le tocó Irak, Jordania y Palestina. Lo anterior se formalizó mediante sistemas de “mandato” amparados por la Liga de Naciones, que serían luego culminados por dichas potencias o por movimientos independentistas. En algunos mandatos fue imposible conformar sociedades multiculturales y multiétnicas. Tal fue el caso de Siria e Irak, en donde las minorías étnicas, léase los alauí y los suní, ejercían un control total y marcadamente autoritario sobre las mayorías suní y chía, respectivamente.
Uno de los grupos que quedó desposeído fueron los kurdos, quienes además de ser afectados por el acuerdo Sykes-Picot, también sufrieron los efectos del Acuerdo Lausana y la falta de ratificación del Tratado de Sèvres. Los kurdos quedaron sin Estado y distribuidos en Turquía (14-20 millones), Irán (8-12 millones), Irak (5-8 millones) y Siria (2-3.6 millones). De éstas minorías, el Kurdistán iraquí es el que ha logrado mayor “independencia” al convertirse en una región federal autónoma dentro de Irak, luego del genocidio de Anfal ejecutado por Saddam Hussein. Con sus peshmerga (fuerzas de defensa), Kurdistán iraquí jugó un rol fundamental en la campaña contra Daesh en Irak.
Además, los dos partidos más importantes del Kurdistán iraquí, la Unión Patriótica del Kurdistán y el Partido Democrático del Kurdistán – K.D.P. – (partido gobernante), tienen vínculos importantes con Irán y Turquía, respectivamente. Esto, aunado a la rivalidad P.K.K.–K.D.P. así como el reciente referéndum de independencia de 2017 en el Kurdistán iraquí y las subsecuentes tensiones con el gobierno central iraquí, hace poco probable una intervención kurda-iraquí a favor de sus hermanos kurdo-sirios. Esta incertidumbre forzó a los kurdos-siros a llegar a un acuerdo con el gobierno de Al-Assad para frenar la ofensiva turca. Sin embargo, cualquier éxito de las fuerzas leales a Al-Assad dependerá de Rusia e Irán, quienes buscan un modus vivendi con Turquía.
Ante la posibilidad de un entendimiento Turquía-Siria-Rusia-Irán y de sanciones por parte de la administración Trump contra Turquía, y a casi 5 años de la incorporación de Panamá a la coalición contra Daesh, es necesario que se analice desde el plano geopolítico y estratégico los beneficios y resultados de nuestra participación. La ausencia de resultados palpables obligarían al Gobierno Nacional a reconsiderar nuestra participación en dicha coalición.